Posible declaración de amor
En búsqueda de certezas absolutas olvidamos el encanto de la duda. Odiamos las incertidumbres. Como si la vida no fuese siempre un inestable puente entre ser y no ser (perdón Shakespeare) y estar y no estar. Proyectar. ¿Es la ilusión humana? De permanecer. Sin saber por cuánto tiempo, la incógnita más inconmensurable de la vida. Vivir bien. Ser feliz. Amar y ser amado. Pretensiones mínimas del paso por este devenir. Y en el medio de negros, blancos y grises: vos. ¿Quién sos? ¿Quién serás para mí? ¿Alguien fugaz o serás el protagonista de la trillada frase, “el amor de mi vida”? Angustia no saberlo y la ansiedad lleva a elucubrar situaciones tan insólitas como disímiles: no verte nunca más o casándonos… Y nada ni nadie podría dar una respuesta sobre el futuro. Porque apenas podemos aprehender el hoy, el presente. Y sólo a veces. Entonces, en este momento, estoy optimista. Y redoblo la apuesta y voy por la certeza absoluta. La de pensar que compartiremos una vida juntos. Y entonces ya no sé si quiero tanto. Porque necesito el beneficio de la duda. Frase hecha. Cambiemos por el encantamiento de la duda. La que nos hace sufrir (qué manía de heroína dramática!!!) pero también gozar. La que habilita un sí, un no, un tal vez y no estar seguros de cuál sería la respuesta adecuada o correcta. Siempre con la sensación de haber dicho el guión equivocado ante los hechos consumados. En esos momentos –los del encuentro y desencuentro- en que no somos nosotros y nunca hay coincidencia entre lo que decimos, pensamos y sentimos. Horas de ensayo que derrapan. Somos siempre principiantes, iniciados. Es el abismo del amor. No te quiero puro, no te quiero casto, no te quiero seguro. Así, es probable que te ame.
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