Sábanas con chocolate
¿Por qué seguimos
soñamos con príncipes azules? Una figura culturalmente tan fuerte como
ficcional. ¿Pero qué sería de la vida sin la ficción, los sueños o la fantasía?
Como mujeres, los primeros cuentos infantiles nos insertan en relatos mágicos
en donde somos princesas, con bellos vestidos y el hombre amado aparece en un
corsel blanco o bien bajo embrujo, como un sapo insignificante. Que un beso o
una hada madrina buena, descubre al romper un maldito hechizo. Cuántas
palabras. Cuántos relatos que nos acompañan por siempre y nos llevan como por
un túnel del tiempo a la realidad de la adultez. Pero todo subyace y no
importan los años, el reloj biológico, las terapias sicoanalíticas u otras.
Siempre seguimos buscando o esperando a ese príncipe. Y absurdamente azul. Y
tal vez por ser tan absurdo todo, no admite cuestionamientos. Y luego aparece.
O no. O no es y lo enmascaramos para poder nosotras representar esos roles de
princesas, siempre bellas, jóvenes y deseantes. Los tiempos han cambiado pero
los cuentos de hadas y princesas son eternos, resisten cualquier avance
tecnológico o paradigma sobre la creación del universo. Tan contundentes como
la ilusión del amor. Que puede ser, y seguramente lo es, mucho más que eso. Pero sería tan inútil como
atrevido intentar definirlo.
Entonces un buen
día, ese puente levadizo, que supo de historias de soledad y desamores, se
levanta y ahí está él. Que obviamente no es un príncipe. Que obviamente no
viene en un brioso caballo blanco o negro reluciente. Pero llegó y hacia allí
vamos, bajando las escaleras a su encuentro. Subiendo en sensaciones, temores,
arrebatos y diversión.
Y pasan los
otoños, los inviernos, las primaveras y los veranos compartidos. Y de repente,
sin saber cómo sucedió todo, nos damos cuenta que estamos en un gran cuento.
Pero no el que remite a una ficción falaz sino al de la cotidianeidad que
también puede ser bella. No es el mundo Disney. Es mucho mejor, tan nuestro e
imperfecto como posible. Y reflexionamos,
cautelosamente, sobre si estamos en una especie de encantamiento. Y
apelamos a la cordura, una de las posibles armas para disfrutar con discreción,
nada de enamoramientos alocados en épocas tan racionales. Pero no hay muralla o
almena que se resista al amor.
Y luego de tantas
horas de elucubraciones, cavilaciones y de construir barreras razonables sobre
lo apropiado de los sentimientos, llega un amanecer cualquiera. Aunque no tan
cualquiera. Que nos trae una imagen tan bella como inequívoca. Él duerme y nada
sabe. Lo observamos y en ese instante vuelve a ser ese príncipe. Y somos con
él. Y descubrimos que esas sábanas suaves que nos cobijan, unas horas antes
impecablemente blancas, tiene restos de chocolate. El que más nos gusta y que
nos regaló. Fuimos golosos y felizmente descuidados ambos. Una mágica mañana que admite a modo de cierre, volver a la infancia y decir: colorín colorado, el
cuento de sábanas con chocolate ha terminado.(Pero continuará...)
Comentarios
TODO MUY DIGNO DE TU MANO ,,Bellisimo !!!!
Gracias por enviarmelo PIACERE MOLTISSIMO .
Antos'