Golosinas light: la revancha de los golosos
Comer sin culpa.
Casi un sueño imposible luego de la existencia de la gula como pecado capital.
El deseo confesado o inconfeso de la mayoría de los seres humanos. Y no se
trata del temor de faltar a los preceptos religiosos. Es la cruel realidad de
afrontar las consecuencias de ingerir alimentos en exceso. Los elementos de
medición son concretos y suelen ser utilizados por los verdugos de los golosos:
los nutricionistas. Las armas a las que apelan son la balanza, el centímetro y
análisis clínicos que miden colesterol, glucemia, etc. Pero depende de la
óptica con que se los mire. También son los guardianes de la salud y de
preservar volúmenes corporales moderados.
Sin ninguna duda
que los alimentos más deseados por hombres y mujeres de todas las edades son
las golosinas. Y también, lamentablemente, los más hipercalóricos. Se
clasifican básicamente en aquellos elaborados con azúcar: caramelos, chicles, chupetines,
pastillas y los de chocolate: tabletas, bombones, barras y bañados.
Para felicidad o
desdicha de los consumidores, las bocas de expendio han proliferado. Los cada
vez más “tuneados” maxikioscos, minimercados, drugstores pero también los
complejos de cine o estaciones de servicio, han puesto al alcance de todos esas
divinas tentaciones. Casi se podría decir, “en todo momento y en todo lugar”.
Pero la redención
es posible. La industria de la alimentación ha tenido considerables avances en
la fabricación de golosinas. Persisten marcas y productos clásicos. Pero hay
mucho nuevo. Y cada día las consultoras de marketing y del mundo publicitario
se las ingenian para mover la rueda de la renovación constante. A un ritmo
frenético, la oferta se renueva permanentemente. Cambia la combinación de
sabores, de colores, el packaging, se agrandan o achican las porciones, para
compartir o en ingestas individuales. Todo vale.
Y en la
parafernalia de inventos deliciosos también hubo lugar para lo rico y light. El
mercado ahora ofrece una gran variedad de productos para redimirse y combinar
el deseo con un peso corporal saludable. Una bendición que lleva casi al reino
de los cielos sin escalas y sin culpas.
Está bien que
muchos argumentarán -con datos concretos- que Estados Unidos, el principal
fabricante de alimentos bajas calorías del mundo es quien tiene el mayor
porcentaje de población obesa. Es que no se trata sólo de una disminución de
entre el 30 y el 40% de calorías sino de moderar la frecuencia. Cuando se
puede. Cuando la gula puede controlarse. Cuando el placer no hace desbordar las
mandíbulas de azúcar y chocolate.
El presente es
promisorio. Los profesionales de la nutrición, voces autorizadas para el
castigo o para habilitar el placer, dan el visto bueno a una gran variedad de
nuevos productos. Que no necesariamente son bendecidos por ser light sino que
muchas veces, sin serlo, tienen una composición de ingredientes que no ponen en
peligro una silueta armoniosa. Y a partir de allí, la lista de los “permitidos”
cada día es más extensa, los clásicos turrones, obleas, cubanitos, bananitas
Dolca o gomitas de menta acompañan, en raciones y frecuencias determinadas,
toda la cruzada bajas calorías.
Una de las dietas
más reconocidas en el país propone comer antes del almuerzo o cena un caramelo
ácido. Supuestamente, con razones químicas y orgánicas que no vienen al caso,
predisponen para una mayor saciedad con menos comida. Pero las vedettes del
momento son los alfajores chocoarroz. Hay de varias marcas y consisten en dos
galletas de arroz rellenas con dulce de leche, marroc o crema de limón,
recubiertas por un baño de chocolate o yogur de vainilla. Cero harinas y pocas
calorías. Este invento reemplazó o compite con las ya archiconocidas barritas
de cereales, que hicieron su irrupción hace unos pocos años. Un alimento que se
constituyó en una solución más que válida para una vida urbana que implica
comer en la oficina, durante las reuniones, en el ascensor, en los colectivos,
subtes, taxis o caminando. En un principio, ofreció combinaciones con
chocolate, pasas, coco, nueces o almendras. Y luego aparecieron las versiones livianas
de ananá, manzana, durazno, frutilla, limón, lemon pie o frutos rojos.
A su vez, para
sorpresa de todos, también hay chocolates habilitados. Esos oscuros objetos de
deseo, constituyen un capítulo aparte para muchos golosos. Y ahora –gran
invento gran- hay light. Pueden estar mezclados con cereales o yogur y conservan
el mismo gusto que los más engordantes. Alguno de ellos: los tofi, cofler con
mouse de almendras, torroncinos verdes, medallones Cormillot, georgalos y
crocos. Todos en distinta medida, logran un mix más que aceptable de sabor
genuino a cambio de pocas calorías.
Y también hay un
espacio extra para un producto que, a pesar de que sólo se mastica, también
pertenece al mundo de las golosinas: los chicles. Los más famosos, top line o
beldent sabor sandía, mentol, tutti frutti, frutos verdes, frutilla, manzana,
polar, vainilla-menta, entre otros. Sin azúcar ambas versiones y con la aceptación
total de los odontólogos. Estos profesionales también recomiendan los confites
tic –tac, las pastillas spray mint de sandía, melón y ananá, los caramelos de leche light y los duros
y bajas calorías de naranja, frutilla y ciruela.
Por último, no
podía faltar la versión liviana de dos grandes inventos argentinos. En primer lugar,
los alfajores. Son los Ser y tienen un 40% menos de materia grasa que los
comunes. En segundo orden, el dulce de leche en forma de tableta. Es Vauquita,
para disfrutar en versión individual o familiar. Y hasta los helados, que no
son golosinas ni objeto de esta nota,
irrumpieron con su versión light en las cadenas premium del rubro.
En definitiva, ya
no hay lugar para culpas ni pecados. De la mano de lo rico y saludable, los
golosos viven su momento de redención. Solo queda disfrutar.
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