Alzar las copas
12 meses, 365 días, 52 semanas, 8.760 horas, 525.949 minutos. Que se
terminaron. Y se fue el año. 2013 para el calendario gregoriano. Los mayas
tienen el suyo, la comunidad judía y los chinos también. Y seguramente habrá
otros con sus propios métodos de registro. Es algo que se termina, algo que
continúa y en el medio, nosotros. La vida anclada en un número que desaparece y
aparece el otro: 2014. Como una cita a ciegas, con expectativas, acercándonos a
un desconocido que no sabemos cómo nos tratará. En general, se comienza con
algo ameno, el pensar en las vacaciones, con amigos, con familia, solos. Es
como para entrar en calor. Y esto no es dicho por la cuestión climática. Porque
también hay destinos fríos o templados. Sino el ir relacionándose de a poco con
esa incógnita de lo nuevo. Asomándonos. Muchos dirán que no esperan grandes
cambios. Ni a nivel laboral o profesional, de estudio, de círculos familiares,
de vivienda. Algo así como que lo que hay se perpetuará. Y está bien que así lo
planteen. ¿Pero quién puede tener certezas? Siempre hay desvíos, buenos, malos
y hasta neutros. Es un recorrido inexplorado en donde no hay GPS que valga. Es
uno mismo transitando nuevas lunas y soles. Aunque muchas veces no se registra lo
inédito de cada día. La rutina y la cotidianeidad devoran la novedad. Y la
frase “cada día es único e irrepetible” es olvidado en el fragor de las
corridas diarias. Detenerse y percibir la existencia no es fácil. ¿Cuánto
tiempo dedicamos a la autorreflexión? Muchas veces sólo vamos. Como ganado. No
está ni bien ni mal. Pero estamos a fin de año. Y aparecen estas ideas. Algo
así como un balance con saldo negativo o positivo. Aunque también es posible el
saldo cero. En contabilidad, no sé en la vida. Quedar mano a mano, como dice el
tango. Un empate entre el dolor de las ausencias, lo que permaneció y lo que
irrumpió. Pero ese “hacer tablas” con la autobiografía no es lo más habitual.
En el repaso, a vuelo de pájaro o más exhaustivo, habrá objetivos totalmente cumplidos,
otros a medias y otros que allí quedaron, en la vitrina de lo inalcanzable. Que
pueden formar parte de los sueños por cumplir en el venidero, desecharse o
mutar. Lo nuevo es una invitación y también un desafío. Que se acepta con
mirada optimista, crédula o escéptica. Un solo gesto resumirá el puente entre el
pasado y el futuro. Un antes y un después simbólico. Es la copa en alto. El
brazo levantado, la mano apretando el cáliz y nosotros, girando en el medio, vulnerables,
arremolinados o arrollados por el señor tiempo. Con la mente en lo venidero y
en lo que se fue. Un ritual rodeado de rostros amados, detestados, soportados. Un
instante soberano. Listo. Bajamos y apoyamos la copa. Todo terminó, todo
empezó. Ya la rueda gira en 2014.
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