Gran Atala
Es el mejor cocinero
de Brasil para la gran mayoría. Inquieto y defensor a ultranza de los sabores
latinoamericanos y especialmente de su Brasil natal. No para. Quiere seguir
aprendiendo y también enseña en su país y en latitudes tan disímiles como
Australia o Laponia. Sigue sorprendiendo. Es dueño de dos restaurantes –DOM y
Dalva & Dito- y va por más. Su segundo amor es la música pero sigue
cocinando con pasión. Basta verlo llegar a su catedral, el exclusivo restaurante
DOM, leer el menú del día a modo de partitura y enfundarse el delantal para
salir al ruedo de las “panelas”.
Entrevistarlo es un privilegio para pocos, por su apretada agenda. Pero vale la
pena insistir. Para este chef paulista, inteligente, amable y buen mozo “Lo más
grande entre la naturaleza y la cultura es la cocina. La alimentación es el
camino de estudio de todas las ciencias humanas, la filosofía, la sociología,
la antropología. El hombre natural pasa al hombre cultural al poder domesticar
un fenómeno como el fuego. Es muy importante saber que en un plato tiene muchos
mensajes, no sólo sabor. Los japoneses van más lejos. Para ellos las manos
transmiten energía y el alimento lo aprehende y se lo pasa a quien lo come”. Para
Alex Atala la cocina también es una herramienta de inclusión social: “Gastón Acurio
Jaramillo (dueño de Astrid&Gastón) es un cocinero, pero más allá de eso hace
dos grandes beneficios a su país. En primer lugar desde lo cultural al hacer
que en el mundo se consuman ingredientes peruanos y en segundo lugar hay un
real beneficio social para las personas que plantan el ají, para los pescadores,
se genera riqueza y mejoría para las poblaciones carentes, necesitadas. Perú se
convirtió en una estrella de la comida sudamericana. Es muy importante que un
chef entienda que cuando él comienza a usar un producto de su región, está
haciendo un bien no sólo para quien está lo comiendo sino para quien lo plantó,
para quien lo comercializó”. En sintonía con la revalorización de lo regional, Atala
entroniza la Amazonia: “Si observamos un mapamundi, vemos que el mundo entero
ya hizo una contribución gastronómica. El único lugar que gastronómicamente no
fue explorado es la Amazonia. Que no es sólo brasileña, es compartida por Brasil,
Bolivia, Perú, Venezuela, Colombia y Guyana. Ningún bioma en el mundo es tan
complejo en la actualidad, la nueva frontera de sabores está ahí. Hay más de
400 variedades de frutas. Hay una que se usa mucho en la patisserie francesa, se llama fisalis
(uchuva), una bolita amarilla. Los chefs en Francia la usan en caramelo o en
chocolate y dejan esas hojitas hacia arriba, de una manera increíble. Es muy
bonita, ácida casi como el maracuyá. Colombia la exporta y en Fauchon, de Italia e Inglaterra tienen
cestitas de fisalis pero en Brasil es
sólo un yuyo. No hay receta sudamericana que la use. Eso es sólo una muestra
para tomar dimensión de cuán grande es el universo frutícola y su potencialidad.
También recuperaría la pimienta de cheiro,
un ají que no pica y que tiene una capacidad aromática increíble, el tucupí que es leche de mandioca
fermentada, una fruta que se llama bacurí,
la mandioca -que tiene más de 200
variedades- y algunas hierbas como el culiantro,
pariente del coriandro”. Pero estas declaraciones, casi como un himno de la
actividad culinaria del cocinero es luego de una trayectoria que se inició allá
lejos y hace tiempo en Bélgica, en donde comenzó a estudiar gastronomía sólo para lograr una visa que le permitiera
seguir estando en ese país. Luego inició un rally por las ollas de Francia e
Italia y ya de regreso en su país abrió su primer restaurante, “mi formación
fue siempre en la alta cocina y a su vez tenía muchos amigos que les gustaba
comer muy bien pero no tenían el dinero suficiente. Me propuse entonces hacer
para ellos comida de alta calidad a un precio barato y así nació Namesa. Me fue tan bien que tuve la
oportunidad de abrir DOM. Durante más de un año, estuve con ambos pero era un
ritmo difícil de sostener. En DOM no vas
a encontrar recetas tradicionales brasileñas sino sabores brasileños. Tomo una
fruta y creo una receta, que no es la tradicional brasileña. Con el tiempo me
di cuenta que me faltaba un lugar que representara a la cocina brasileña de
verdad, la que hacían nuestras madres y tías y comíamos desde pequeños. Y así
nació Dalva&Dito”. Pero volviendo a DOM -Dios es óptimo y máximo- “tiene
todas las complejidades de un restaurante que está entre los mejores 50 del
mundo, no podés recibir una copa marcada. Las personas vienen y quieren verme cocinar
y cocinar es mi vida. Yo llegué hasta acá detrás del fuego y quiero que
continúe así pero también tengo que hacer compras, hablar con abogados y hasta
me preocupa si en el baño hay papel higiénico. Todo tiene que ser de excelencia,
es mi marca personal y mi creación. No es un restaurante para comer todos los
días, es para un momento especial de tu vida. Hay muchas personas que vienen y
no tienen la condición social para venir, pero es un regalo que se están haciendo.
Reconozco ese esfuerzo y ese sacrificio”.
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