Tatín inmortal
Master chef es uno de los reality del momento. Puede gustar o no pero ya
va por su segunda temporada con los mismos jurados. Los implacables, aunque
cada uno con su estilo, Donato De Santis, Cristhope Kriwonis y Germán
Martitegui. En una de sus últimas ediciones, la vedette de la consigna
gastronómica era realizar un postre con manzana. Fruta poderosa si las hay. Existen
más de 7000 variedades y es el fruto más cultivado del mundo. Tiene tanta
historia que protagoniza el primer capítulo de la creación humana. Por su
culpa, supuestamente, el hombre fue expulsado del paraíso. No pudo resistir el
impulso de morderla. ¡Qué metáfora! Adán tal vez habrá pensado, quién me quita
lo bailado. Y los misóginos expresarán que la responsable de semejante tentación
fue Eva. Como siempre y una vez más en el devenir del mundo, la mujer resulta
ser la culpable. Volviendo al programa, las propuestas de los participantes
fueron, a criterio de los cocineros, bastante mediocres. Pero uno de ellos se
atrevió y preparó una tarta Tatín. Hay que tener coraje, por no utilizar otro
término más culinario, para poner a consideración de un francés, semejante
ícono de la gastronomía gala. Por supuesto, y como era de esperar, no gustó. Pero
produjo un efecto rescate. De la memoria. Un clásico para muchos desconocidos y
con un nombre hasta divertido. Para esa especie de revival, se googleó la
receta y se hojearon recetarios amarillos, esos que están ahí en el fondo oscuro
de la biblioteca. Maravillosa historia. Como muchas otras, esa delicia dorada, con
el caramelo coronando las frutas cortadas por la mitad y ordenadas de manera
concéntrica, surgió de un descuido. No siempre los tiempos de quien cocina son
los mismos que los de las hornallas. Esa delicia nació gracias a la dispersión
humana. Y fue así: cuenta la leyenda que había una vez, allá por 1880 en el
centro de Francia, un pequeño pueblo llamado Lamotte - Beuvron. Y en una de esas calles angostas y sinuosas un
sencillo hospedaje regenteado por las hermanas Stephanie y Caroline Tatín. La
primera era quien se encargaba de la cocina y la otra de la administración. Ese
día, las manzanas Reinettes – acá no
se consiguen, lo más parecido son las Granny Smith- atravesaron el punto de
cocción. Bah, casi se queman. ¿Qué hacer para recuperar algo de ese intento
fallido? pensó Stephie, que así la llamaba su familia. Preparó una masa, cubrió
la mezcla caramelizada y otra vez al horno. Luego desmoldó poniendo patas para
arriba la preparación cuando aún estaba tibia (si no se pega al molde!). Tarta
invertida se las llama. Fue el postre más demandado del lugar con comensales
que habitualmente eran cazadores. De jabalíes y hasta de pájaros. Ni ella supo
que había creado una legendaria tarta que atravesaría generaciones y siglos. Como
en esa época no había facebook ni twitter, su popularidad dependió de
otros factores. Nunca mejor dicho para este caso del método “boca en boca”. Fue
Octave Vaudable, dueño de Maxim´s, restaurante
ícono de la capital parisina, quien alrededor de 1930 puso en su carta la tarta
Tatín. Esa misma que las hermanas llamaban tarte
solognote. Ahora, siendo Pierre Cardin su dueño, parece que ha sido
reemplazada o al menos desplazada momentáneamente de la cartelera estelar (menú), por otras
divas ilustres como la Pavlova o la Crêpe Suzette. Voilá!!
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