Dormir sobre el Sena


La Piaf. Tolousse Lautrec. Van Gogh. La Torre Eiffel. El Louvre y la Gioconda. El Arco del Triunfo. Las Galerías Lafayette. El Sagrado Corazón. La Revolución. María Antonieta. El Palacio Versalles. El Centro Pompidou. Notre Dame, Víctor Hugo y Quasimodo. El Moulin Rouge. La Sorbona. Y más. Alain Delon. Simone de Beauvoir. Antoine de Saint-Exupéry. Catherine Deneuve. Gerard Depardieu. Georges Duby, Georges Bataille. Claude Chabrol. Louis Vuitton. Ives Saint Laurent. Para degustar: la patiserie. las baguettes, el coq au vine y el champagne, et, et, et. A trece horas de vuelo de Buenos Aires, París, capital de Francia. La ciudad luz. La más romántica del mundo. Para muchos, la más bella. La que era una fiesta para Hemingway. Su superficie es de sólo 105.16 kilómetros cuadrados separados por el Sena. Este río -que nace en Cote – d´Or y desemboca en El havre- es una de las grandes atracciones turísticas. Un paseo en sus famosos bateaux-mouches permite un recorrido diferente. Y los hay de lujo o más accesibles si se puede decir eso con la actual cotización del euro. En el que sea, vale la pena entregarse a él. Con la salvedad, lamentable, que es también el lugar elegido para muchos suicidas. Muerte con glamour.
Pero el Sena es mucho más. Es también la posibilidad de alojarse en un lugar bien diferente. Ni típicos hoteles de una a cinco estrellas, ni hostel, ni departamentos amueblados, ni casas de familias, ni apart hotel ni bed & breakfast. Un bateaux enfrente del Museo de Orsay. El bateau johanna construído en 1936. Ofrece dos habitaciones, un pequeño living con frigobar, televisión, conexión Wi Fi y un toilette de funcionamiento perfecto, a 90 euros para una persona por día y a 100 euros para dos. Esto incluye también un petit desayuno con tostadas, manteca, mermelada, miel, yogur, café, té, leche y las infaltables croissant a la hora que el huésped lo solicite. Cabe destacar que los dueños ofrecen una combinación perfecta de amabilidad y discreción. Para aquellos que no tienen precisamente espíritu acuático es una buena oportunidad para animarse y dejarse acunar por las suaves aguas. Es el ingreso a un mundo diferente. En lugar del típico acceso al hall de un hotel, conserje mediante, la propuesta es descender por las distintivas y angostas escalerillas de los barcos, recibir la bandeja del desayuno al lado del timón, observar las luces de la ciudad y de otras barcazas desde las pintorescas ventanas del living o de las pequeñas pero confortables habitaciones. Eso sí, no se reserva por menos de dos noches. Pero bien valen la pena dos días en París.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me gusto mucho la nota y re original,
saludos. Luis

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