Borges&Kodama: lo gourmet y el amor


El encuentro con María Kodama es en la Fundación Borges. Una casa reciclada que en plena urbe porteña, alberga la bendición de tener un patio con plantas, terraza y hasta un frondoso limonero.
La entrevista tiene por objetivo hacer un recorrido sobre las preferencias gourmet de Borges y también de ella, su compañera por más de diez años. Aún así, algunas anécdotas iluminaron otros temas como el amor, el casamiento y hasta el alcohol.

¿Qué le gustaba comer a Borges?
Le gustaban las comidas muy sencillas, sin salsas, como el pollo asado, el choclo y las empanadas de carne con azúcar. Yo, a veces, a pesar de que no consumo carne, como, al igual que hacía él, una empanada de carne con mucha azúcar. Cuando era chico comía carne pero después dejó de comer. También le agradaba el sashimi y la comida griega pero su plato preferido era el arroz con manteca y queso. Es muy simple pero difícil de hacer bien. Hay una anécdota muy divertida. Una vez fuimos a París y un señor nos quiso homenajear invitándonos a comer a Maxims. Cuando llegamos, esta persona se puso a leerle la carta para que Borges eligiera qué pedir. (él siempre decía que no había que perder mucho tiempo en esas cosas, que si uno sabía lo que le gustaba comer, había que pedir eso y listo). Entonces este señor le le pregunta qué deseaba ordenar a lo que responde, “Arroz con queso”. El hombre, espantado, le dice que están en un uno de los mejores restaurantes del mundo, que había platos muy especiales. Y entonces él le responde: “Está bien, como estamos en el mejor restaurante del mundo, quiero saber cómo preparan el arroz con manteca y queso”. Y así fue. Borges salió fascinado porque el plato salió muy bien.
¿Vos compartías esos gustos culinarios?
En parte, sí. Yo no tengo una comida preferida. Me gusta mucho el choclo y las comidas criollas como el locro y la humita. También la comida griega, la fruta, la lechuga morada por su color y las ensaladas sin condimentar. Me gustan los hongos simplemente lavados porque cuando los como así es como que siento la humedad del bosque. Me agradan los sabores primarios de las cosas, no me gustan cambiados o modificados. Soy una especie de caballo (sonrisa).
¿A Borges le gustaba alguna bebida alcohólica?
El me contó una vez que cuando él era muy joven, parece que bebía cuando salía, a los cocktails, a distintas reuniones sociales. Y un día, en uno de esos encuentros -él tendría 18 años- cuando pasó delante de un grupo de personas escuchó que dijeron: “Qué lástima, el hijo del Dr. Borges va a ser un borracho”. Eso le produjo un gran impacto y sirvió para que nunca más tomara alcohol. Hasta que empezó a dar conferencias. Entonces tomaba una copita de guindado o de caña unos minutos antes. Borges había sido tartamudo cuando era niño y yo notaba que él sufría mucho cuando daba las charlas. Había un momento como que se trababa y tenía que esforzarse para que le saliesen algunas palabras. Como tomaba sólo en esos momentos y después no, yo no lo decía nada. Pero un día, me dijo que me iba a decir la conferencia. Me la dijo toda de corrido. Cuando terminó, ya íbamos en camino al lugar de la exposición y me preguntó qué me parecía si en esa oportunidad no bebía. Yo le dije que tenía que hacer lo que fuese su gusto. Entonces, me dijo que yo le contara en dónde me sentaría y que iba a hacer de cuenta que la conferencia me la estaba dando sólo a mi. Se río y me dijo que si él se detenía, por cualquier motivo, como yo ya la había escuchado y la sabía, podía seguirla sin problemas. Yo acepté la propuesta y el trato pero estaba asustada y me preguntaba qué iba a hacer si eso sucedía. Desde ese día, siempre le decía dónde estaría sentada -en general en el primer asiento- y que por lo tanto, no debía hacerse problemas si se interrumpía por algo. A partir de allí, ya no tomó más.
¿Es verdad que nunca probaste el vino?
Es cierto, nunca lo probé. El alcohol tiene que ver con la cultura y me crié en un hogar en donde no se bebía. Pero sí soy adicta al café, me encanta y es con lo que me crié. Cuando yo era niña, quería tomar café, eso era el mundo adulto para mí. Y para Borges era el vino porque es lo que él veía consumir a los adultos cuando era chico y probarlo era traspasar ese límite de niño a adulto. En mi casa nos mandaban a dormir muy temprano, a las 8 más o menos y yo fui siempre noctámbula. Me levantaba y sentía el aroma exquisito del café, sin saber lo que era. Cuando todos los grandes se habían acostado y desaparecían de escena, yo bajaba, a escondidas y tomaba el café que había sobrado, que habían dejado las visitas. Lo que había quedado para lavar al día siguiente. Yo deseaba ser rápidamente adulta. Por suerte y menos mal que no fue el vino como en el caso de Borges, sino hubiera terminado en alcohólicos anónimos. Definitivamente, para mí el mundo adulto estuvo representado por el café.
¿Volviendo al tema gourmet, Borges cocinaba?
No sabía cocinar nada. Es de una generación de hombres que no cocinaban. Yo tampoco. Era muy gracioso porque él siempre me decía que nos casáramos y yo, que no creo en el matrimonio, le decía que estábamos perfectamente bien así. Además le decía, que si nos casábamos, una de las funciones de la esposa era cocinar. Y él me decía: “No, porque madre tampoco”. Estaba acostumbrado a que no le supieran cocinar. Si había sobrevivido hasta ese momento sin que su madre supiera hacerlo, entonces no había inconvenientes con ese tema.
¿Qué significó el 26 de abril de 1986, día de tu casamiento?
Fue un día muy especial, cumplir una promesa. Borges desde siempre quiso casarse conmigo, él decía que era un caballero victoriano y que no podíamos vivir de esa manera. Teníamos nuestras discusiones sobre el tema, y contrariamente a lo que se piensa, acá era el hombre persiguiendo a la mujer para casarse. Yo viví muchos años de relación con alguien que me llevaba varios años de diferencia y con ceguera. Aún así, nunca pude considerarlo ni una persona mayor ni una persona ciega. Cuando empezamos a viajar, él me dijo que todo el mundo se iba a enterar y se preguntaba qué iba a decir la gente. Yo le dije que a ni a él ni a mi nos interesaba lo que dijeran los demás. Cuando lo conocí, siendo muy chica, no cuando ya éramos una pareja afianzada, le conté que mis padres eran separados, que todos mis amiguitos de la escuela tenían padres separados. Todo eso a mí me produjo un horror sagrado desde niña. También hizo que dijera y pensara por siempre que un matrimonio tendría que ser como un diploma, que se da al final. Si uno da 28 o 30 materias en la universidad, ahí te dan el título. Si uno logra sobrevivir, sobrellevar y compartir la felicidad y la desdicha durante toda una vida, es como el broche. No podemos empezar con algo, con una ceremonia –sobre todo en este momento, en esta época que está tan viciada- que no sabemos si la vida permitirá cumplir. Para mi la historia es y fue siempre así.
¿Qué fuiste para Borges?
Eso tendría que preguntárselo a él. Creo que pueden deducirlo de las dedicatorias que me hizo a partir de la muerte de la madre en 1975. A mi me hace mucha gracias porque habrás leído todos esos comentarios que hay sobre mí, de una manera totalitaria. Es interesante ver cómo la gente habla sin saber, alguna hasta sin conocerlo. Y opina que si era feliz o no, si yo lo quería, si estaba enamorado. A mi lo que me asombra es la ligereza con que se habla. Es una cosa alucinante. Pero como sé qué es lo que pasó, estoy feliz y contenta.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Muy lindo reportaje, Ana. Te felicito además por haber conseguido entrevistar a María Kodama. No es sencillo sacarle observaciones respecto a esa cotidianeidad con Borges
Cariños
Claudio
Anónimo ha dicho que…
Ana, te felicito, un logro hacerla hablar a MK y muy original el tema que se te ocurrió. La anecdota de Maxim es estupenda. Te mando un saludo afectuoso
Nerio

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