Casi al alba, albahaca


Los pronósticos metereológicos amenazaban con lluvia. Preferí no escuchar los de la conflictividad social. Al menos por un día. No quería saber de cortes, piquetes ni accidentes de tránsito. Las veredas del Once estaban -como siempre-, atestadas de gente. Negocios abriendo, cadetes acarreando telas, personal de seguridad de las sinagogas, clientes husmeando los mil y un productos y filas multitudinarias en las paradas de colectivos.
Basta.
Buenos Aires, últimamente se me hace insoportable.
O por lo menos hoy.
Hay algo peor a veces, en esta ciudad gris y calurosa. Son esas pequeñas gotas que comienzan a caer in eternum sin decidirse nunca a definir su entidad de garúa, llovizna, lluvia o diluvio. Con esa indefinición caminé varias cuadras sin siquiera sacar el paraguas. Aunque odie mojarme.
Sin dudas, ese lunes no pintaba bien. Hasta que llegué a esa esquina. Por la que transité miles de veces. Y esta parecía una más. Pero ya no a partir de ese día. Estaba en la vereda de ese bar. Esos que se construyen y gerencian en cadena. Sin demasiados rasgos particulares que lo destaquen del resto.
Dos hombres lo descargaron. Era el último cajón de una pila de cinco. Ahí, arriba de todo, estaba ella, fresca, hermosa, deseable. Su aroma verde intenso me transportó y metió mi cabeza entre sus hojas verdes y suaves. En un instante, sólo existió mi sentido olfativo. Con su capacidad de transportar, de elevar el espíritu y de transformar un día incipientemente mediocre en único.
Los entendidos dicen que es la más mediterránea de las hierbas, que alcanza una altura de entre 30 y 60 cm. Que fue utilizada en Egipto como bálsamo para la momificación y era el símbolo de los enamorados para los romanos. También que se la conoce como basilico y que impregna y personaliza como ninguna platos como tortillas, pescados, langostas o es perfecta combinada con berenjenas, zapallos, tomates y pimentones. También murmuran sobre sus espléndidos valores terapéuticos. Qué importa!!
Allí estaba, majestuosa y simple, verde y vulnerable, a punto de ser introducida en la cocina de un bar-restaurante más. Su perfume me devolvió a la vida. A la de las pequeñas grandes cosas cotidianas. Y sólo con su inocente y perfumado existir. Ese día fui feliz.

Comentarios

Nerio Tello ha dicho que…
Ana, me encantó este texto, y esa sutileza para ver el detalle y darnos ganas de olfatear, también, un albahaca.
Maximo ha dicho que…
Ani, que lindo como escribis y comentas algo tan bien que me apasiona leerte, te admiro , lo agradable y lindo esta en disfrutar algo tan natural com nosotros mismos que nos hace acordar que somos y que necesitamos, paz y amor.Besos te sigo leyendo

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