Descubriendo el whisky


En pocos años, el whisky -una bebida asociada a un consumo conservador y masculino- se ganó el paladar de las nuevas generaciones, incluidas las mujeres. Y aunque esta apertura incrementó la producción del mundo a escala industrial, los especialistas destacan que su elaboración será siempre artesanal. eye to eye entrevistó a dos referentes del mercado argentino que nos ayudan a descubrir la pasión y el trabajo detrás del emblemático destilado.

Los sabores del campo
“El whisky nace en el campo -dice Verónica Tomaghelli- se trabaja con lo que da el suelo”. De esta manera, la chef y docente gastronómica especializada en whisky introduce la diversidad que cada región aporta en la producción de la bebida. “En Estados Unidos se trabaja con maíz y centeno; en Escocia, con cebada, que tiene un proceso de malteado largo y costoso para lograr calidad”. Luego, la elaboración estará condicionada por otros factores no menos importantes, como los alambiques, cuyos exponentes son el “pot still”, más tradicional y exclusivamente de cobre, y el “coffey”, con destilación continua, usado para los whiskys de grano. Finalmente, Tomaghelli señala las barricas y también el clima, que puede emparentar regiones distantes: “en la Patagonia argentina las condiciones son muy similares a las de Escocia”, ilustra la especialista.
Seguramente, la comparación no se le escapó a Néstor Serenelli cuando eligió Lago Puelo para instalar La Alazana, su propia destilería. “El estilo que elaboramos tiene el mismo proceso que los “single malt” de Escocia -confirma el productor-, lo que significa que solamente usamos tres ingredientes: agua, malta y levadura, sin alterar ninguno ni agregar nada artificial o extraño”. Y asegura que gracias a esa particularidad su elaboración puede considerarse artesanal, independientemente del volumen que se produzca -en su caso, 50 o 60 barricas anuales, lo que equivale a unos 3.000 litros-. 
En cada destilería hay dos roles productivos claves que decidirán la identidad del whisky: el “master distiller” y el “master blender”. “El primero se involucra desde el proceso de destilación y determina qué tipo de perfil va a tener el whisky, la cantidad de congéneres, los sabores a frutas, a flores, a humo. Establece dónde se hace el corte, cabeza, corazón y cola del destilado -explica Tomaghelli-. Y el master blender interviene cuando el producto ya se está añejando en las barricas, y dispone a cuál darle más tiempo o qué proporción extraer de cada una para el envasado. Hace un ‘segundo casamiento’, como suele decirse”.
En su emprendimiento, Serenelli cumple ambas funciones: “Una de las cosas más importantes que tiene el whisky es que las decisiones que se toman hoy se verán reflejadas dentro de diez o quince años. De esta manera, una vez que se tiene ajustado técnicamente el proceso, será la intuición la que determine la variedad de cebada, los cortes en la destilación o la elección de las barricas para la maduración”.
Mercados del mundo
En la variedad de whiskys cada región tiene su emblema, pero la dinámica de los mercados transciende fronteras. A nadie le escapa el prestigio de los destilados de Escocia. Sin embargo, Tomaghelli repasa que Japón compró capitales escoceses, se aseguró el suministro de malta y logró excelentes productos en sus mayores destilerías, Nikka y Suntory. Actualmente, el mercado asiático de whisky se cuenta entre los más importantes del mundo. También en Canadá se trabaja con la impronta escocesa, logrando muy buenos destilados. Y si de cambios hablamos, en Estados Unidos históricamente se reconocían como “bourbon” solo a los “whiskeys” elaborados en Kentucky; ahora también se acepta la denominación para los provenientes de Tennessee, como los famosos Jack Daniel’s y George Dickel. Cabe agregar que, además de Escocia, en Europa también hay importante producción en el resto del Reino Unido, España, Francia, Suecia y Alemania.
Obsesión por la calidad
La Alazana consta de tres edificaciones: la maltería, la destilería y un bar shop, único lugar en donde se comercializa la bebida. El modelo productivo es a semejanza de una micromaltería canadiense, con tecnología industrial y un sistema automatizado con un software que controla temperatura y humedad, entre otras variables. Las barricas que se utilizan son de ex bourbon. Usualmente, la malta se importa de Escocia, aunque por primera vez se sembraron recientemente dos hectáreas de cebada cerca de El Maitén. Tanto las semillas como las levaduras secas son traídas de Europa. Serenelli realiza trimestralmente análisis sensoriales y químicos de su destilado, en un laboratorio escocés. Además, la producción es controlada permanentemente por el Instituto Nacional de Vitivinicultura y el Instituto Nacional de Alimentos.
Consumidores argentinos: más jóvenes, más mujeres… más exigentes
El gusto local por el whisky está cambiando. El consumidor argentino se está aggiornando, investiga y se anima a nuevas alternativas. “Los más jóvenes, sobre todo, están en una constante búsqueda de whiskys single malt -afirma Serenelli-. En los últimos años han adquirido gran conocimiento sobre esta bebida y su demanda es muy exigente”. La apertura del consumo nacional de whisky también es señalada por Tomaghelli: “Desde hace cinco u ocho años se abrieron muchos paladares a través de la capacitación, que es importantísima”. La especialista comenta que “ahora se está eligiendo más por la calidad que por el precio, y mucha gente que viaja al exterior trae cosas nuevas para probar, ya no se encasillan en las marcas de siempre”.
Entre las nuevas tendencias se destacan los denominados “NAS” (No Age Statement), una propuesta audaz, si se considera que en la historia del whisky la edad siempre fue sinónimo de calidad. Explica Serenelli: “Cuando el ‘spirit’ o alcohol destilado incoloro sale del alambique no se lo considera whisky sino hasta que no madure por un mínimo de tres años en barrica de roble. Cuando nos referimos a un NAS consideramos ese mínimo de maduración. Actualmente, con el crecimiento del consumo a nivel mundial, se están embotellando whiskys con menor tiempo de maduración. Lógicamente, el consumidor tradicional prefiere la elegancia que tienen los de mayor añejamiento, que es a lo que apuntamos en La Alazana”. Por su parte, Tomaghelli concede que “la edad en la etiqueta siempre da cierta seguridad en la compra”, pero opina que “hay muchos NAS muy buenos que por el cambio climático evolucionan más rápido”. No obstante, advierte que “a veces se cobran precios excesivos por un producto que no tuvo tanto tiempo de añejamiento”.
El nuevo consumo también incluye una importante proporción de mujeres, una verdadera disrupción para el imaginario de una bebida tradicionalmente asociada al mundo masculino. Hoy en día la historia es diferente, a tal punto que Johnnie Walker Black Label lanzó en Estados Unidos una edición limitada para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, con el nombre de Jane Walker y reemplazando por una dama al legendario caballero de la etiqueta. “El del whisky no es un ámbito exclusivamente de hombres; hay muchas mujeres que consumen y saben mucho sobre la bebida -opina Serenelli-. También hay master blenders y distillers que son mujeres”.  Sin embargo, Tomaghelli recuerda que su experiencia no estuvo exenta de dificultades: “Como mujer, me costó mucho insertarme en un ámbito regido por hombres, la especialista es optimista: “De a poco se puede ir cambiando -asegura- y esa es parte de mi tarea también”.
El que madruga… cata mejor
¿Una cata a las ocho de la mañana? En Escocia se prefiere ese horario porque todos los sentidos están alertas, explica Tomaghelli. Se catan cuatro o cinco muestras. En el primer paso se observa el color, que da cuenta de la cantidad de años que estuvo añejado el whisky. Luego se ejercita el olfato. Para una bebida que tiene 46% de alcohol es importante bajar la graduación a un 20%, incorporando un 50% de agua. De esa manera se descubren aromas a flores y a cítricos, por ejemplo. Finalmente, el sabor. Se mantiene el whisky unos segundos en boca y se traga (no se escupe, como otras bebidas). Es importante oxigenar nariz y paladar para permitir el retrogusto y la aparición de los sabores de la madera: nuez, vainilla y frutos secos, entre muchos otros (una barrica aporta entre 300 y 500 descriptores aromáticos).
¿Quién se anima a maridar?
Como cocinera, Tomaghelli aboga por desmitificar que el whisky no se puede maridar. Para acompañar una entrada de vegetales, carnes blancas o ceviche propone un whisky ligero, irlandés o canadiense, que son frutales o florales. Para un plato principal con carne roja, cordero o cerdo, sugiere un escocés con presencia de madera. Por su parte, Serenelli recomienda beber el whisky solo, como exclusivo protagonista. Pero, puesto en el compromiso de arriesgar un maridaje, sugiere acompañar mariscos o centolla con alguno de los ahumados que lanzó el año pasado: uno madurado exclusivamente en ex bourbon cask y otro también madurado en ex bourbon pero finalizado en barricas de chardonnay. Finalmente, ambos especialistas sugieren un escocés -un single malt, ajusta Serenelli- para acompañar un postre con chocolate amargo.
Ellos dicen:
Verónica Tomaghelli: “Glenfarclas es una destilería tradicional de Speycide, en Escocia, que produce una increíble variedad de whiskys. El Family Cask es uno de los mejores que probé en mi vida”.
Néstor Serenelli: “Siempre me pregunto cuál sería el whisky que elegiría, si fuera el último que tomo en mi vida… Todavía no encontré la respuesta”.
Verónica Tomaghelli:
“Acá, en La Alazana, no se festeja el viernes y no hay domingos tristes. Se disfruta el día a día. Se disfruta el camino”.

 *nota para la revista "eye to eye" (PWC)

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